En la ruta del muralismo, el pintor Daniel Ponzanelli (Ciudad de México, 1975) ha encontrado la extensión para su trabajo pictórico y dibujístico.
Hijo del escultor Gabriel Ponzanelli, incursionó en la obra pública de gran formato con Manos santas, de 12 metros cuadrados, que pintó en 2000 para un hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Puebla.
En sus obras, Ponzanelli se aparta de la revisión histórica y la crítica social de Siqueiros, Rivera y Orozco para presentar al espectador una imagen directa, de fácil comprensión de temas como la historia de la medicina y la seguridad social.
Detrás de cada mural hay un proceso de investigación y un proceso creativo, tiene que significar algo para la gente, afirma en su taller en Coyoacán.
Ponzanelli hizo sus primeros trazos siendo niño, viendo trabajar a su padre, quien para estimularlo le compraba en 50 pesos sus dibujos.
A los 16 años montó su primera exposición en la galería Media Craft de Oregon, Estados Unidos, y la pintura dejó de ser un hobbie para convertirse en su oficio.
Bisnieto del escultor Adolfo Ponzanelli, ayudante del arquitecto Adamo Boari, acudió durante un breve periodo como oyente a la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM y recibió lecciones privadas de pintores como Alberto Sordo, Claudio Martínez y Alfredo Nieto.
Nací en talleres de escultura, ensayé algunas piezas pero me jalaron el color y el dibujo, refiere.
Con Nieto aprendió la técnica del fresco empleada en el mural Protegiendo vidas, de 60 metros cuadrados, que pintó en 2005 para un hospital del IMSS en Manzanillo, Colima.
En el fresco no hay tolerancia al error porque pintas directo sobre el muro y eliminas la posibilidad de corregir, exige rapidez y precisión, es la técnica más compleja y perdurable, ahí ves la habilidad del dibujante, asegura.
Ahora trabaja en su cuarto mural, aún sin título, de 75 metros cuadrados de superficie, para un hospital del IMSS en Tijuana, donde representa el contraste entre la salud y la enfermedad.